Los satisfactores (medios para satisfacer las necesidades)
Son, por tanto, lo que varía en función del contexto cultural. Son el aspecto histórico de las necesidades. Max Neef propone para fines analíticos cinco tipos de satisfactores:
1. Los violadores o destructores.
Al ser aplicados con la intención de satisfacer una determinada necesidad (protección ciudadana, por ejemplo), terminan afectando negativamente a la satisfacción de esa necesidad en otros sujetos, y a la satisfacción de otras necesidades (por exceso de control policial).
2. Pseudo-satisfactores.
Estimulan una falsa sensación de satisfacción de una necesidad determinada. (drogas, prostitución, etc.)
3. Inhibidores.
Sobresatisfacen una necesidad determinada dificultando seriamente la posibilidad de satisfacer otras necesidades (la sobreprotección que impide la autonomía).
4. Singulares.
Se dirigen a la satisfacción de una sola necesidad, siendo neutros respecto de la satisfacción de otras necesidades.
5. Sinérgicos.
Por la forma en que satisfacen una necesidad determinada, estimulan y contribuyen a la satisfacción simultánea de otras necesidades (como la participación, la educación, etc. que desencadenan otras satisfacciones de otras necesidades).
Las cuatro primeras categorías, por ser habitualmente impuestas e inducidas desde arriba hacia abajo son consideradas como exógenas.
Los satisfactores sinérgicos, en cambio, contemplan todas las categorías de necesidades interrelacionadas y se impulsan de abajo hacia arriba. Son endógenos, liberadores y contrahegemónicos.
Los bienes económicos
Son los objetos (artefactos, tecnologías) que contribuyen a la competencia operativa de los satisfactores, es decir son la materialización de las necesidades.
Cuando se convierten en un fin en sí mismo se encuentran en disposición de no potenciar la satisfacción de necesidades y de crear dependencia y alienación de los sujetos.
La idea que se tiene de las necesidades se vincula estrechamente con el Desarrollo Humano, por lo que las necesidades humanas tienen un carácter universal que es equivalente para todos los seres humanos. Ello no excluye la idea de que las necesidades se construyen socialmente.
De una parte, la universalidad de las necesidades no implica la imposición etnocentrista de las culturas dominantes y espacios centrales sobre las otras culturas y las periferias.
De otra, la construcción social de las necesidades no implica la no-existencia de iguales necesidades para todos.
La explicación a esta presumible paradoja se expresa a través de la diferenciación que se hace entre las necesidades y los satisfactores de éstas, que son precisamente las formas y medios de satisfacer esas necesidades, que en definitiva son lo que varía de unos contextos históricos y culturales a otros.
En otro orden de cosas, la perspectiva eco-humanista, desde la distinción entre las necesidades básicas universales objetivas y los deseos de consumo relativos (los artículos de lujo no satisfacen las necesidades y no son generalizables), acepta en sus términos más genuinos la idea de sostenibilidad ecológica que viene a significar la confluencia de la solidaridad diacrónica (con las generaciones venideras) y sincrónica (con los excluidos de las periferias sociales).
Se trata de limitar, y evaluar, social y ambientalmente las consecuencias del exceso de consumo, la redistribución adecuada de los recursos y el tándem pobreza-externalidades ambientales.
La complementación de la idea de equidad con la idea de moderación nos lleva a la cuestión sobre los límites que implican el desarrollo de las formas de satisfacer las necesidades.
Se propone, en definitiva, responder a la doble pregunta: ¿qué es universalizable en términos de consumo? ¿Qué es universalizable en términos de necesidades básicas?
Las necesidades tienen sentido si se consideran universales
No podemos entender la reproducción de la especie humana y de sus formas societarias sin la existencia de aquellos mecanismos que posibilitan permanentemente la satisfacción de las necesidades humanas.
Ahora bien, tenemos que establecer una diferencia entre necesidad (ausencia o carencia de algo imprescindible) y el hecho de satisfacerla (proceso a través del cual desaparece la ausencia o carencia). Un aspecto son las necesidades en sí, y otro, el cómo se satisfacen.
La no distinción entre ambos aspectos da pie a equívocos sobre el concepto de necesidad que le llevan por los derroteros del relativismo cultural y de la confusión entre las necesidades y las preferencias. La ausencia o carencia de algo que constituya un tipo de daño o de perjuicio grave es igual para todos los seres humanos sin distinciones de orden histórico o cultural.
En ese sentido, las necesidades no se construyen socialmente según el contexto, más bien se satisfacen socialmente (de una forma o de otra, con unos medios u otros, según el uso y abuso de recursos...).
La relación entre las necesidades en sí y la satisfacción de las mismas viene marcada por una tensión dialéctica y forman una unidad siendo la una el reverso de la otra.
Esa doble condición, contrariedad entre polos estrechamente interrelacionados, se debate permanentemente entre la carencia (necesidad en sí) y la potencia, o proyecto.
«En el primer caso -en palabras de Heller- sólo tenemos la conciencia de la existencia de la necesidad,
en el segundo se trata de la conciencia de las formas de satisfacción de las necesidades y de la actividad consciente dirigida a su satisfacción».
La visión aislada de cada una de las vertientes por separado conlleva implicaciones equívocas sobre las necesidades, una segmentación ideológica y estratégica que se encuentra muy extendida.
Si consideramos la necesidad exclusivamente como cualidad de la privación, nos inscribimos en el ámbito que la acepta como estado natural y cuya solución, exógena para los implicados, significa la institucionalización de la carencia.
En esta lógica el papel del Estado sería determinante para la satisfacción de las necesidades.
En esa cultura de la carencia, la satisfacción de las necesidades se hace inconsciente en la medida que el sujeto se encuentra separado de los procedimientos y es incapaz de identificar las necesidades.
Por el contrario, si consideramos aisladamente la necesidad como posibilidad ilimitada (aspiración) se requiere de una intervención del aparato productivo que también es ajena a los individuos y se produce una mercantilización de las aspiraciones (deseos).
El papel del mercado sería el determinante para la satisfacción de los deseos.
Sin embargo, la desigual accesibilidad al consumo hace de la satisfacción de las aspiraciones una quimera.
Las clases dominantes se presentan como el deseo ideal de consumo, pero debido a la innovación, diversificación y renovación permanente de las formas-objeto este modelo se hace constantemente inalcanzable para el resto de la sociedad.
En esa cultura del consumo es concluyente la pérdida del sentido de los límites de las aspiraciones y de las vinculaciones de los sujetos con los sujetos, y de los sujetos con la naturaleza.
«Se proclama la soberanía completa del ser humano entendido como individuo que no acepta lazos que limiten la búsqueda sin fronteras de su propia satisfacción (con la consiguiente entronización de la idea absoluta de propiedad individual). Y se rechaza la legitimidad de los límites que puedan imponerse a la acción humana» (Sempere).
La síntesis es, por lo tanto, que las necesidades entendidas simultáneamente (en un sentido sistémico) como carencias y como potencia, remiten a una dimensión de consciencia, de proyecto real de transformación. «Hay que recuperar esa dimensión porque en esas necesidades está el ejercicio más pleno de lo humano.
Y pasamos de ser un ser inerme y pasivo, a un ser activo, que puede construir, pues pueden surgir la actividad y la posibilidad.
Y de ella podrá surgir, el protagonismo, la participación» (V. Renes).
La tensión entre la acción del Estado y la acción del Mercado, entre la necesidad en sí, y las formas y medios de satisfacerse, precisan de una complementación que abra vías a nuevas estructuras que permitan la acción consciente y responsable de los sujetos.
El hecho de descubrir las necesidades, de gestionar los recursos y medios para satisfacerlas, por los propios sujetos y colectivos afectados, en un proceso de hacerse, es lo que se ha identificado por algunos teóricos como «la nueva organización de la comunidad» .
Ese es nuestro afán por demostrar cómo las necesidades son objetivas cuando las objetivizan los propios sujetos a través de procesos de participación activa, y son subjetivizadas cuando quedan fuera de su control, cuando son normativizadas por élites políticas y administrativas separadas de los individuos y/o inducidas por los mecanismos del mercado.
Las necesidades humanas son objetivas, intemporales, invariables, identificables, dependientes unas de otras, limitadas y universales, todo ello en cuanto que su reconocimiento teórico y empírico puede ser libre de las preferencias individuales condicionadas por la sociedad de consumo.
La condición subjetiva en la teoría de las necesidades viene marcada por la satisfacción de las mismas. Lo que varía son los medios por los cuales se satisfacen estas necesidades, sus satisfactores.
Identificamos las necesidades humanas fundamentales con una combinación híbrida de las dos categorías de necesidades básicas y las nueve necesidades humanas fundamentales establecidas por M.Neef; las necesidades básicas y universales serían:
Relacionadas con La Salud integral: subsistencia, protección, afecto e identidad.
Relacionadas con La Autonomía: comprensión, participación, creación, recreo, identidad y libertad.
La optimización en el grado de satisfacción de las necesidades en ambos grupos, considerando la mayor intensidad posible de sinergias entre sus componentes (cada una de las necesidades obtendría un nivel de satisfacción óptimo con la concurrencia de las demás), nos llevaría a evitar, con el mínimo riesgo, privaciones que se consideren una limitación fundamental y prolongada de la participación social.
A su vez, como proceso de ida y vuelta, la participación social es fundamental para evitar, con el mínimo riesgo, daños graves a las personas.
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