COMO ELEGIR

Pequeño manual para ser feliz



Basados en la idea de que la megalopolis de hoy nos desconecta de lo bueno y que la comunicación en masa nos provee demasiadas referencias para compararnos que afectan nuestro autoestima, el psicólogo evolutivo David Buss propone volver a lo esencial.
En primer lugar, aumentar la cercanía de los seres queridos. La tecnología puede ayudar acortando distancia cuando las haya, pero también puede ser un estorbo cuando reemplaza innecesariamente un contacto que podría ser personal por uno virtual.
Tenemos que estar menos tiempo frente a un monitor y salir a encontrarnos con la gente que queremos y nos quiere: almorzar con amigos o con la familia, hacer deportes,ir a una fiesta. cada uno sabe que cosas le gustan. hay que dejar de estar tan pendientes de las redes sociales en internet y ver las personas reales y hacer actividades que nos dan placer.
Es sumamente importante valorar a los demás y ser valorados. Para ello hay que reconocerles explícitamente sus virtudes y también pertenecer a grupos en los cuales se valoran alguna de nuestras características o aportes que tengan difícil reemplazo.
Además, debemos elevar nuestro nivel de cooperación con el prójimo para evitar la competencia excesiva e intentar dejar de lado las odiosas comparaciones permanentes. Basta de mirar siempre para el costado. La cuestión es valorar lo que tenemos en vez de pensar siempre en opciones mejores.
En su libro 59 seconds, Richard Wiseman lleva este concepto un poco más allá y sugiere tomarse regularmente unos minutos para expresar por escrito aquellas cosas por las cuales debemos sentir gratitud. Así en lugar de seguir viendo que nos falta estamos valorando mucho de lo que ya tenemos y a veces olvidamos.
En un trabajo de Lyubomirsky, Sheldon y Schkade se propone que los niveles de felicidad crónicos dependen de tres factores principales.
  • Una predisposición genética a la felicidad y no es alterable (hay familias enteras de gruñones)
  • Hechos circunstanciales: son relevantes y afectan a las personas pero son externos (ganar más dinero, tener un mejor auto, andar bien de salud)
  • Las actividades: aquellas que necesitan de nuestra voluntad y esfuerzo (empezar un nuevo hobbie, practicar un deporte, estudiar una carrera)


Lyubomirsky y Sheldon sugieren que las actividades no solo representan una parte sustancial de nuestra felicidad sino que son capaces de brindar más satisfacción y de manera más duradera que las mejoras circunstanciales. Sostiene, entre otras cosas, que todo aquello que se obtiene mediante el esfuerzo provee más satisfacción.
En el caso que ya estemos en un  nivel de ingreso que nos permita cubrir nuestras necesidades y nos permita quedarnos con un excedente, hay algunas guias de como gastarlo. “¿hacer o comprar? esa es la cuestión, es el título de un interesante trabajo de LeafVan Boven y Thomas Gilovich. Los autores concluyen que los gastos en experiencias traen mayor felicidad que los gastos en bienes. Sostienen que eso se debe a motivos diversos. Por un lado, a los nuevos bienes nos acostumbramos y pierden el carácter de frescos que los hacía placenteros. Por otro, en un mundo con tantas alternativas siempre habrá algo mejor con lo que comparar las  falencias que les encontramos a nuestras flamantes adquisiciones.
En ese sentido, los bienes decepcionan. Exactamente lo contrario ocurre con las experiencias: uno tiende a eliminar la parte negativa de los recuerdos ¿ o acaso tenés tan presente la demora del avión o el cansador trayecto en ómnibus como los excelentes momentos que pasaste en esas vacaciones?.
Este descubrimiento sería aplicable para ver en que les conviene gastar a las personas, pero también sirve como criterio de inversión para las comunidades. Es que las experiencias no se pueden comprar si no están disponible: uno no puede esquiar si no hay pendiente, no puede viajar si no hay caminos, ni tampoco disfrutar del arte si no existen museos. Las comunidades tendrán individuos más felices si hay experiencias disponibles para ser compradas. Como eslogan propone: “Mas diversión, menos cosas”.
Gastar dinero en los otros es algo que también nos hace más felices. Esto a sido demostrado en varios estudios, como los de Elizabeth Dunn. Ni siquiera es necesario que esta generosidad con el prójimo sea de naturaleza económica. Pequeños gestos como escribir una nota de agradecimiento, donar sangre o ayudar a un amigo se han demostrado capaces de incrementar significativamente la felicidad del que las lleva a cabo.

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